Pintura: "Atlas of Wander", Vladimir KushMiércoles 1º de octubre 2008
Tema: El Lenguaje
Documento de trabajo grupal
Casa de la Cultura “El Tabo
Litoral de las Artes
Valle, Juvencio (1900-1999) Chileno. Nace un 6 de noviembre en Villa Almagro, villorrio en las riberas del río Cautín, cercano a Nueva Imperial, en territorio mapuche. Su nombre verdadero es Gilberto Concha Riffo. Aprendió a leer y escribir en esas tierras para luego trasladarse a la ciudad de Temuco a los once años, donde ingresó al liceo de hombres y conoció a Pablo Neruda quien lo bautizaría más tarde, como Juvencio Silencio por su mutismo instrospectivo. Autores clásicos españoles del Renacimiento y del Siglo de Oro como Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Góngora, Quevedo y tantos otros influenciaron su poesía. A los 18 años viajó a Santiago. A los 20 regresó al terruño amado de la Araucanía iniciando su escritura poética. “La flauta del hombre pan” en 1929, es su primer libro donde describe la pureza del mundo paradisíaco y mitológico de los bosques del sur de Chile, lo que será una constante en sus obras posteriores, para volver a la capital a los 23 años y publicar su segundo libro “El tratado del bosque”. Pablo Neruda lo defiende de una crítica rigurosa y poco flexible de Alone y de Alfonso Reyes acerca de su libro, solidarizando con él en una carta que envió al diario “El Mercurio”. Radicado en Santiago de Chile, a los 33 años definitivamente, hace amistad con más poetas de su generación, y despliega una gran actividad como artista hasta marchar a España, a los 38 años, como corresponsal de guerra enviando sus crónicas a la revista “Ercilla”, trabajo que se detuvo al ser encarcelado por defender a los republicanos. De regreso a Chile, publicó su tercer libro “Nimbo de piedra” en 1941. Esta obra fue ganadora del concurso organizado por la Municipalidad en homenaje al Cuarto Centenario de la fundación de Santiago. “El hijo del guardabosque”, escrito en 1951, fue la poesía siguiente. Viajero y publicando en el extranjero, principalmente en Rumania, en 1960 apareció su nuevo libro “Del monte en la ladera”, el más importante de sus libros. Se observa que la influencia de los clásicos españoles en sus poemas, una mezcla estética del Siglo de Oro, es su estilo combinado con las temáticas constantes en su poesía, de la Araucanía, los bosques y la traslúcida naturaleza. En el año 1966 recibe el Premio Nacional de Literatura. Visita, entre otros países, la URSS, invitado por la Unión de Escritores y comparte con poetas de Cuba y de Europa del Este. Su vida fue muy larga, casi vivió un siglo. Escribió más allá de los ochenta años, en sus largas temporadas en su casa de Isla Negra, pero falleció en la capital, el mismo día de la fundación de Santiago, un 12 de febrero.
YO SOY UN CARPINTEROJuvencio Valle
Chileno
Sencillamente soy un carpintero.
Como quien nace con el pecho herido,
con el silbo en la boca
o con la frente en llamas,
yo nací carpintero.
Con este oficio vine entre los dedos,
me persigue el olor de la tabla,
tropiezo con las repisas,
piso aserrín dorado,
me enredo en la viruta.
Igual que nace el tulipán, y vive
mirando el sol de fijo
besando el agua,
y es sólo tulipán hasta que muere,
yo nací carpintero.
De techo en techo vivo,
de alero en tijeral hago el camino,
que en ese tren áereo
me muevo entre artesano y mariposa
y como una abeja canto.
Hago rústicas mesas
para que el pan se ofrezca
y el vino alegremente se derrame, para que los poetas
-hermanos de mi propia madera -
canten todos en coro.
Con mi serrucho en brazo
-luciente pez de plata-
me voy en cuerpo y alma;
con mi serrucho al cinto,
como quien viene de aserrar el día
silbando hacia la noche vuelvo.
Desde el alma a las uñas
me siento carpintero;
me ahogo entre resinas,
hundo la barba en esos bálsamos
y vibro como un álamo.
Con la viga en el ojo
y el lápiz en la oreja,
feliz me desenvuelvo;
hago el alero de la golondrina,
el balcón de la madreselva.
Leo la Biblia sobre la viruta
como sobre una hoguera.
De Dios soy temeroso, pero
echo el martillo al aire
para luchar al lado de mi hermano.
Barquero, Efraín (1931- 1999) Chileno. Nace el 3 de mayo, en Piedra Blanca, Curicó, Chile. Sergio Efraín Barahona es su nombre verdadero. “Barquero” lo rescató de sus contemplaciones poéticas de niño, al contemplar el río Maule, en la ciudad de Constitución en Chile. Adulto se enteró de la asociación de “barquero” con la Divina Comedia. Sus estudios primarios y secundarios los realizó en el Liceo de Constitución y Talca. En la universidad de Chile estudió Derecho y Pedagogía en Castellano. Como Jefe de Redacción de “La Gaceta de Chile” inició su trabajo literario más formal. “La piedra del pueblo” en 1954 fue su primer libro prologado por Neruda. En 1958 ganó el Primer Premio de poesía del Concurso Gabriela Mistral. Le nombraron entre 1970 y 1973 agregado Cultural en Colombia. Una obra posterior es “La compañera” en 1956, de gran envergadura. Por su labor viajó a China, a Cuba y México. “El viento de los reinos” de 1967, es producto de su conocimiento de China y en la que el poeta evoluciona por acceder a niveles de expresión y trascendencia no contemplados con anterioridad. Más tarde se exilió en París, en 1975, donde vivió hasta 1999. Como poeta contempla las cosas simples, la cotidianidad de la existencia, la que enaltece. Para él, el mimbre, el pan, la mujer, como compañera igual al hombre y admirada en su despeño humano, son fortalezas de la humanidad dentro del interior de cada ser humano. Nos legó: «Los poetas se olvidan en general de esta gran unidad que forman con sus lectores: la comunicación…” Tuvo como sentido la afabilidad y la sencillez para escribir en honor a esa “gran unidad”, a la integración del ser humano con la existencia. A través de sus elogios a la convivencia plena, a la fortaleza de las manos de mujeres y hombres, a la construcción que ellos realizan, podemos sentir cómo la evolución toma cuerpo en una vida armónica, ecológica y amorosa. Algunos críticos literarios lo han considerado como el poeta que, naturalmente, continuó la línea de desarrollo poético abierto por Pablo Neruda. De su extenso exilio en México, Cuba y Francia escribe “A deshora” en París, entre 1979 y 1985, publicado en Chile el año 1992, al igual que “Mujeres de oscuro” y “El viejo y el niño”. En un tiempo que regresó que Chile, publicó “La mesa de la Tierra” libro que obtuvo el premio Municipal de Literatura en 1999, poco antes de morir. Luego volvió a Francia. Camilo Marks, el crítico literario, opinó de esta obra: “Puede y debe leerse en varios niveles y puede especialmente leerse en voz alta, lo que no sucede con la poesía actual. En definitiva, se trata de un libro que vuelve a situar a Efraín Barquero como un creador clave de la lírica chilena contemporánea”.
MIMBRE Y POESÍAEfraín Barquero
Chileno
Mimbrero, sentémonos aquí en la calle,
y armemos con tus hilos blancos y con mis hilos azules
los esenciales artefactos de uso diario;
la paz, la mesa, la poesía, la cuna,
el canasto para el pan, la voz para el amor.
Armemos juntos las cosas más esenciales y más simples,
más hermosas y útiles, más verdaderas y económicas,
para cualquiera que pase nos comprenda y nos lleve
nos ame, y se pueda servir de nosotros. Nos necesite
y podamos alegrarlo sin ninguna condición.
Tú armarás el canasto que la lavandera
necesita para sembrar la camisa blanca,
y yo armaré una canción con olor a jabón y a pureza
para que ella junto al río halle más dulce su trabajo.
Tú tejerás la maleta para el minero que regrese,
para que los novios se casen, para que el hijo pobre
vaya a la ciudad a conquistar su oficio.
Yo tejeré con los hilos más férreos de mi poesía
y el descanso más digno, el amor más profundo,
la esperanza más grande,
para que el obrero mire confiado su casa
y no parta el pan con recelo y a obscuras,
para que los recién casados puedan andar todos los pájaros
y no tengan que apartarse por una gota de agua,
para que el hijo menor halle la herramienta en su sitio
y no tenga que volverse porque otros la escondieron.
Mimbrero, hermano mío, que es bello nuestro oficio
cuando a ti te encargan una cuna y a mí una esperanza,
cuando a ti te piden una mesa, un velador, un canasto,
y a mí un arma que defienda ese amoblado tan simple.
Qué es bella la jornada cuando tocamos con el mimbre
o las canciones
la forma desnuda de la vida: su cintura de trigo,
sus senos llenos de luna, su vientre cubierto de musgo,
sus muslos como ríos, sus brazos como ramas,
sus ojos como un camino en paz bajo la noche.
Qué es bello nuestro oficio cuando tentamos ese cuerpo
y yo le pongo el nombre más dulce del amor
y con mi verbo digo:levántate, eres libre,
labora en paz procrea primaveras y veranos,
y lega a toda la tierra tu apellido.
Y tú, oh mimbrero hermano, le vas tejiendo
todos los artefactos que ella necesita
para repartir el pan entre sus hijos:
canastos para almacenar la nieve y la salud,
pequeños cestos para guardar el polen y semillas
de una primavera a otra, una para continuar
el sol fecundo, maletas para traer la lluvia,
mesas para que las hojas caigan y vuelvan a ser verdes,
y sillas para descansar delante de la paz ganada.
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